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septiembre 22, 2024
3 min de lectura

¿Asesoramiento filosófico?

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Aproximación a la vertiente más práctica de la filosofía y su metodología.


«La mayoría de los hombres piensan que la Psicología es una ciencia relativamente moderna. Opinan eso porque la palabra “psicología” se difundió en general en los últimos 100 o 150 años. Olvidan, sin embargo, que hay una psicología anterior a ésta, que se extendió más o menos desde el año 500 a. Cristo hasta el siglo XVII, aunque no se le haya llamado “psicología”, sino “ética”, y también, más frecuentemente, “filosofía”; pero no era otra cosa que psicología. ¿Cuáles eran entonces la naturaleza y los fines de esta psicología premoderna? A esto se puede responder muy suscintamente: era el conocimiento del alma del hombre con el fin de convertirlo en un hombre mejor».
(Erich Fromm, El amor a la vida)

Aunque la asesoría filosófica como tal no nace hasta principios de los años 80, la filosofía como medio de entender la realidad y desenvolverse en ella lleva acompañándonos más de 2.500 años en nuestra cultura. Y aunque a partir de la Edad Media la filosofía empezó a quedar relegada tras los muros de los pocos centros designados al saber, capital de unos pocos entendidos, perdiendo su tradición oral y con ella gran parte de su practicidad, nunca ha dejado de reflexionar sobre la vida misma, en todos sus planos y sus aspectos, de forma sosegada y fundamentada.

Garza real, puerto de Mahón.

¿Menos fluoxetina y más clásicos?

Probablemente fue Lou Marinoff quien logró con mayor celebridad devolver la filosofía a la vida cotidiana con Más Platón y menos Prozac, la primera obra que consiguió divulgar con un éxito rotundo la idea del asesoramiento filosófico a gran escala. Sin embargo, su práctica se reduce a la aplicación de lo recogido por la historia de la filosofía en nuestro día a día, y no a un ejercicio consciente y autónomo de reflexión partiendo del propio asesorado. Y tampoco es que se trate, como indica el título de la obra, de sustituir unos abordajes por otros, cambiando los antidepresivos por un trabajo de autoconocimiento, sino de entender lo que puede ofrecer cada uno y de valorar incluso una integración plural que, de hecho, viene dándose de facto desde hace tiempo en diversas perspectivas psicoterapéuticas.

Mientras que la psicología en nuestros días está principalmente enfocada al abordaje de trastornos mentales o psicopatologías basándose en un modelo biopsicosocial con un fuerte peso biomédico, y una predominancia de la terapia cognitivo-conductual, su origen no es otro que el estudio del alma, un estudio que ha formado parte de la indagación filosófica desde que el ser humano empezó a preguntarse por el sentido en su amor a la sabiduría.

El asesoramiento filosófico, por su parte, se enfoca en dudas, retos e inquietudes existenciales desde una perspectiva filosófica, acompañando desde dilemas éticos, sentimientos de inautencididad o incongruencia, o la desafección provocada por la pérdida del sentido, hasta la indagación del conocimiento de uno mismo.

Como explica José Luis Romero en El buen saber de la terapia filosófica, publicado en Arte de vivir, arte de pensar. Iniciación al asesoramiento filosófico, desde el asesoramiento filosófico no se diagnostica ni se etiqueta, no se establece una relación jerárquica ni directiva, no se trata de condicionar las conductas, ni tampoco de rastrear el inconsciente en busca de causas biográficas como hace y ha instaurado el psicoanálisis. Y, además, mantiene una perspectiva de transformación social y no meramente individual, algo que han recogido parte de las psicoterapias humanistas, psicodinámicas, transpersonales y la antipsiquiatría.


«Puede argumentarse con sentido que, durante el pasado siglo XX, las escuelas de psicología han llenado el vacío terapéutico que la filosofía ha ido dejando de manera más o menos pronunciada en los últimos siglos de historia occidental».
(José Luis Romero, El buen saber de la terapia filosófica)

Tampoco persigue fines, como sucede con otras prácticas de acompañamiento personal como el coaching. Pues como indica Roxana Kreimer en Prácticas filosóficas para cambiar la persona y la sociedad, publicado en el mismo libro:


«La filosofía puede cuestionar los fines, problematizar los objetivos que se ha planteado el consultante, no para suministrarle fines preconcebidos por el asesor, sino para que el propio consultante ponga en duda la racionalidad de alguna de sus metas».

Conócete a ti mismo: del plano psicológico al ontológico


«El asesorado puede experimentar por cuenta propia cómo, si bien ordinariamente solemos estar identificados con los contenidos de nuestra vida psíquica, es posible experimentarlos con plena atención sin confundirnos ni identificarnos con ellos».
(Mónica Cavallé, Diálogos para una vida filosófica)
Quizás el salto más importante con respecto a las psicoterapias sea el plano más profundo, de carácter ontológico, del estudio de nuestro ser, no como una mezcolanza de contenidos de nuestra vida psíquica —aprendizajes, percepciones, pensamientos, motivaciones, emociones—, sino como una unidad de sentido.

En el Estado español, Mónica Cavallé ha sido pionera del asesoramiento filosófico sapiencial. Un enfoque que forma una relación indisociable entre pensamiento y vida, conocimiento y transformación, recuperando de este modo el sentido más originario de la filosofía como arte de vida. Algunas de sus obras más conocidas sobre el tema son: La sabiduría recobrada. Filosofía como terapia (2002), El arte de ser (2017) y El coraje de ser (2024).

Pero, ¿cómo?

Sin extenderme demasiado, la metodología filosófica aplicada en el asesoramiento filosófico sapiencial aborda algunos de los siguientes procedimientos:

  • Escucha hermenéutica, con el fin de comprender tanto la filosofía teórica como la filosofía operativa del consultante, y ayudarle a entender la distinción entre lo que piensa y lo que de hecho hace.
  • Análisis argumental y de las opiniones verdaderas por medio del uso de la lógica, con el fin de esclarecer falacias formales e informales y sus confusiones asociadas, arrojando una mayor luz y por tanto coherencia en la forma de pensar y entender la realidad del consultante.
  • Clarificación y resignificación, con el fin de hallar juicios limitados y los comportamientos y emociones asociados, ayudándole de este modo al asesorado a transformarlos, e indagar en las cualidades esenciales que les subyacen en la búsqueda de su propio bien.

Todo ello por medio de ejercicios, además de prácticas en la vida cotidiana basadas en un procedimiento fenomenológico que facilita la experiencia inmediata del asesorado de sus propias vivencias.

Y acompañados siempre, en un sentido holístico, de los siguientes métodos dialógicos:

  • El arte de la mayéutica o método socrático, mediante el que el asesor realiza preguntas y cuestiona el logos o las razones del asesorado, entendido éste en un sentido profundo que es expresado cuando está guiado por el amor a la verdad, con el fin de alumbrarlo.
  • El arte de la eléntica, con el fin de refutar todo aquello que, precisamente, no esté guiado por ese amor a la verdad, sino simplemente por juicios limitados o cualquier tipo de condicionamiento.

El propio amor a la sabiduría, como un saber práctico, vital e integral, es siempre el telón de fondo que guía la práctica filosófica. Después de todo, si la filosofía ha anhelado siempre la verdad en su búsqueda del saber ha sido por la constatación de que sólo cuando permanecemos fieles a la realidad, sin interpretaciones ni muletas, sólo cuando llegamos a ser lo que somos y no algo condicionado desde fuera, podemos llegar a sentirnos realmente libres y, en este sentido, realizados como seres humanos.

Nuestra libertad como seres humanos no se reduce a la mera elección, ¿o acaso elegimos lo que deseamos? Sino en el desarrollo de todo lo que ya somos en potencia, ayudándonos a hacernos acto, inteligencia o, en palabras de Jiddu Krishnamurti, pura «creatividad».


«Cuando en uno hay claridad, no hay necesidad alguna de elegir».
(Krishnamurti)

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